Pienso en ella y en la plenitud de su figura, tal vez no tan perfecta como cuando la poseí aquella vez primera, tal vez no tan deseable como otrora, esa figura que si bien ya no era aquella que le había otorgado el mote de “Viejota” seguía despertando pasiones ínfimas y carnales, pero siempre sinceras entre cualquier galán de ocasión que reparase su vista en ella. Esperaba con ansia que el tiempo corriera otros veinticinco o treinta minutos, así podría dirigirme a la calle Danzig a comprar algo de Meth y sentirme ese titán que siempre promulgo ser por un rato. Aunque fuese una idea inducida de la manera más miserable.
Ahora tengo yo el cable y suena algo de
System Of a Down, pero no es lo único que tengo. Este sopor intenso y
apabullante mordía mi espalda de nuevo. Pensaba en ese vacío solemne que de
materializarse traería el gris de vuelta a mi vida, a reserva de que alguna
heroína enmascarada acudiera a mi rescate. Estela.
Me espeté, tomé mi cartera y emprendí camino
hacia la Danzig , el frío era notable y por el furor del momento me dejé llevar,
caminaba por la Hannover mientras mi mente era invadida por un solo
pensamiento. Intoxicarme.
Crucé la pedregosa calle Dresden y mis torpes pasos tropezaban una y otra vez con las piedras que decoraban el camino, oscuro, iluminado acaso por un par de lumbreras de un color ámbar agonizante lo cual no contribuía mucho a mi deteriorada vista. Pensaba en Estela y en su reflejo trastocado por la sustancia que sin entrar aún a mi sistema ya causaba estragos en él.
Crucé la pedregosa calle Dresden y mis torpes pasos tropezaban una y otra vez con las piedras que decoraban el camino, oscuro, iluminado acaso por un par de lumbreras de un color ámbar agonizante lo cual no contribuía mucho a mi deteriorada vista. Pensaba en Estela y en su reflejo trastocado por la sustancia que sin entrar aún a mi sistema ya causaba estragos en él.
Miré un par de veces a los lados mientras
cruzaba la Frankfurt A.M y pude atisbar un par de perros famélicos ladrándome a la
distancia, sin el valor suficiente para darme alcance y hacer lo que fuese que
desearan. Ese frío interno volvió de nuevo a mi espina y me poseyó por las
siguientes dos cuadras hacia aquel deleznable motel que tenía por destino,
donde minutos después me entrevisté con una prostituta.
-
Buenas noches – Rompí el
silencio de una manera excesivamente cortés dada la situación y mi interlocutor tan
improvisado. --
-
Buenas noches – Respondió un
individuo de aspecto femenino, con senos grandísimos pero voz de varón, quien
me superaba en estatura por unas cuantas pulgadas.
-
Quisiera saber dónde puedo
conseguir yerba, o algo de cristal.
-
Pues cristal se pue'e
conseguir aquí, na’más que 'orita no'stán las muchachas.
-
¿Y yerba? – Complementé con
una inquietud rayana en la desesperación.
-
Pós’ yo ni le he dado nunca
a la yerba, pero el cristal aquí lo consigues, no sabría decirte si también la
yerba aquí la encuentres.
-
Pues unos amigos …
-
¿El cristal de a cuánto lo
necesitas? – Interrumpió, y se llevó las manos a la bolsa dándome esperanzas.
-
¿De cuánto tienes? -- Reconvine nervioso, sintiéndome observado por algún policía incógnito, o algún conocido hipotético que discurriesen por el lugar.
-
Pos’ yo no tengo, pero pos' hay
de a doscientos, de a quinientos y de a mil. Depende de cómo quieres que te pegue 'sa madre po’que está
cabrona.
-
Pues de doscientos, es lo más que
traigo.
-
No, pos’ date la vuelta más
tarde y capaz que t'encuentras a las mushchashchas.
-
Gracias – Complementé, me di
la vuelta y volví a casa, entonces escribí las siguientes líneas:
"El punto de ser parte de una
relación es el completar un todo, que aunque quimérico, es un todo y parece
real aunque sea en el sublime y tambaleante encanto de lo emocional, que no es más que una argucia evolutiva."
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