Justo acabo de ver un porno japonés, y no me arrepiento. Son siempre bienvenidos los gemidos, las caricias y ese aire juvenil y espontáneo que aporta naturalmente el amigo nipón y su contraste con el imperio occidental. No fue un video fácil, varias ocasiones tuve que contenerme para no sucumbir ante el encanto de aquella grácil joven que contoneaba ágilmente sus caderas cuando se le daba la estacada apropiada, dejando boquiabiertas a la mismísimas cataratas Victoria al mostrarnos su esencia sutil y flotante, así como por la magia y astucia de un ciudadano que si bien no mostraba los dotes extraordinarios del porno americano, poseía el talento y disciplina de un verdadero samurái contemporáneo quien desde que ingresó a escena hizo advertir su dominio total sobre la pantalla y su autoridad sobre las contracciones involuntarias de dicha señorita nipona, ora tocando, ora exhalando sobre aquel ápice sutil del placer efímero de cualquier alma femenina.
Me agrada con fines prácticos y puros el devenir del video, observar ese cuerpo sutil magreado por el estupor pasajero pero violento de la osadía del ser humano por perpetuar su camino, como si no existiese un fuego sepulcral e imparcial que cremara todo, incluso eso que ella y él sienten. Me gusta ver a la mujer retorcerse y plañir por más de esos 13 centímetros que le son todo el mundo dado, el que existe y el que no. Pone toda su técnica en otorgar placer, al igual que su compañero; pone su técnica que es incluso superior a la promedio, pero de una manera discreta; es decir, no alardea en demasía sobre su celestial talento y se limita a hacer mostrando un pragmatismo celebérrimo e indemne, digno del más puro sincretismo social del país del sol naciente.
No importa mas que cumplir, que entregar resultados y ser eficientes, incluso en el sexo. Y podemos medir dicha eficiencia y compararla con el plano sicosocial del ser humano, en tanto que japonés y encontrar la esencia de esa voluntad de identidad ideológica que es inherente a todos, y que como una simple receta de cocina o un manual de instrucciones para armar una mesa, permite anticipar con cierto grado de confiabilidad la acción posterior.
Sea lo que fuere, por inducción simple podemos categorizar estas plantillas y a través del concepto de ser social comprender cómo una simple felación de magistral ejecución, puede darnos mucho a entender, como que ella se entrega, como que él cumple su función fustigadora y con creces, y como que estoy tan excitado que la moral y indecencia se funden en un abrazo séptico que me desvaría el cogito en coito. Y pienso en la japonesita que disfruta tierna pero tenaz el placer que en ese momento le priva de toda privación, porque
está en su esencia de la misma forma que la disciplina y un arte
moral de perfeccionamiento que durante cientos de años
moldeó hasta su ideal el fenotipo del japonés y como éste, que ha
sido tachado de cuadrado, inflexible y estricto ha dado pie a una de las
sociedades más fuertes de las últimas décadas, una nación que parece ha
vuelto a surgir en un sol que ha nacido más fuerte y técnico que nunca,
cuyo control de calidad y responsabilidad de, precisamente, hacer y
hacer de manera sublime parecen haber encontrado una nueva cima desde la
aparición de aquellas luminarias que le obliteraron el cuerpo, sólo
para revestir aún más de honor y coraje su ser.
Mi mano y mi tiempo nunca han congeniado mucho y durante los minutos que dediqué a dicho video no fue la excepción, y es que no hay para más. Comencé a imprimar rapidamente, a revolucionar el motor biológico y evolutivo que permite asegurar la progenie y no tuve forma de contenerme para lograr observar el desenlace, que sinceramente, puedo suponer muy bien.
Mi mano y mi tiempo nunca han congeniado mucho y durante los minutos que dediqué a dicho video no fue la excepción, y es que no hay para más. Comencé a imprimar rapidamente, a revolucionar el motor biológico y evolutivo que permite asegurar la progenie y no tuve forma de contenerme para lograr observar el desenlace, que sinceramente, puedo suponer muy bien.
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